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Y esto de la poesía como que cada vez se va poniendo más turbio.
(*)
Hay que entrar desnudos
al poema y dejar que nos invada, nos cubra o corte la piel, y dentro de la piel
la carne, con sus versos y con un silencio atento dejar que la palabra cante,
grite, nos desarme o acomode.
Hay que entrar desnudos
a estos poemas y dejar que se encienda, lentamente, el animal de la noche,
noche que anuncia el frío y el vértigo de quien canta entre sus propias
sombras, recorre una ciudad que es también verso y galopa sobre los salvajes
cuerpos perdidos en la memoria.
Un poemario es un
tratado de voces, en este caso, impulsadas por el fuego, se animalizan, llevan una especie de navaja
en su pelaje, tocan la lluvia que lava visiones y despierta nombres olvidados;
voces que susurran a los rastros de sol en la arena, desordenan el viento y
vuelven turbia a la palabra -por su oscuridad y sobresalto- trazando un camino
zigzagueante de textos creados tres o cuatro años atrás, de aquellos que
reposan en cualquier hoja o cuaderno y el tiempo es quien termina de
levantarlos, pero también otros recientes con los que se construye este
universo lírico cuya temática, ritmo y tono varía y presenta tres grandes
partes, no cronológicas, pero sí semánticas, o tal vez, simplemente,
caprichosas.
De la ciudad de las
visiones
Catorce poemas y una
ciudad: bosque de asfalto, ramaje eléctrico para aves incendiadas, callejones
de hielo para azulados demonios. Construcción de versos con los que se edifica
la locura, parece que toda alucinación nace de madrugada o en horas en las que
el poeta recoge y derrama sobre el papel el resumen de sus diluvios cotidianos,
en medio del desencanto, del destierro voluntario, con un ojo extranjero que se
apropia de la urbe y su atmósfera premonitoria, con música que aparece a manera
de banda sonora para triturar versos como fantasmas y descubrir el porqué de la
sed de las visiones...
Huellas en la sangre
Segundo escenario:
redondel de imágenes en donde la voz sigue a un animal, fuera del contexto
citadino y dentro de lo más carnal y humano. Ocho poemas que se desenvuelven en
bosques, lagos y tempestades del pensamiento, también en el dolor, sobre el
mar, en el amor, haciendo símbolos para entender silencios, como si todo lo
terrenal se hubiera dejado en la primera parte de este poemario y los elementos
cotidianos que siguen apareciendo son sublimes o hablan más allá de sí mismos,
con el instinto y el alma que ha encontrado al fin la semilla de lo innominado.
Zigzag encendido animal
de la noche
Un destino: la suma de
versos fuertes en poemas tal vez más breves, pero no por eso menos potentes o
acertados. Cierran este libro once textos en los que se descubre al poeta
preguntando sobre el acto mismo de la escritura, sobre sus motivos y formas,
metaliteratura dentro de un espacio en el que la voz del poeta se fragmenta
para dar una posible respuesta o seguir indagando en recuerdos e imágenes que
parecen ser el inicio de toda creación, que, al desarrollarse, destruye al
animal, su sangre y su noche para así poder recoger uno a uno los frutos del
exterminio.
Jorge Aguilar nos presenta
una obra oscura mas cargada de destellos, un recorrido por lo que lleva en la
carne el grito y en la piel el impulso, poemas para masticar despacio y otros
para ser devorados sin mayor premeditación. Una obra que muestra el estilo ya
consolidado de su autor: las voces del desarraigo infectadas de imaginación.
Lucía Moscoso Rivera.
Chone, 8 de
febrero, 2014.
Encendido animal de la Noche:
http://www.tallerdeliteraturautmach.blogspot.com/2015/01/encendido-animal-de-la-noche_4.html
Encendido animal de la Noche:
http://www.tallerdeliteraturautmach.blogspot.com/2015/01/encendido-animal-de-la-noche_4.html
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